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October 20, 2025

Productos frescos y clima: cómo adaptar el control de calidad ante el cambio climático

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The Importance of Real-Time Data in Fresh Produce Quality Control

El nuevo panorama de los productos frescos

El cambio climático está transformando la agricultura y modificando lo que antes se consideraba normal. Sequías, olas de calor y lluvias impredecibles, que solían ser excepcionales, hoy marcan el ritmo de las cosechas. 

Esto está dando lugar a lo que muchos expertos llaman productos afectados por el clima: frutas y verduras cuyo desarrollo no depende solo de la genética o del suelo, sino también de las condiciones ambientales. El resultado puede ser distinto a lo que el mercado espera: sabores, texturas o apariencias que se apartan del estándar.

No por errores en el cultivo, sino por los efectos del clima.

Para los productores, esta nueva realidad implica desafíos y oportunidades al mismo tiempo. El desafío: mayores rechazos, más desperdicio y márgenes más ajustados. La oportunidad: repensar qué significa “calidad”, y actualizar los procesos de evaluación, control e información en toda la cadena de valor.

La diferencia entre productos afectados por el clima y los “imperfectos”

El movimiento de los “alimentos feos” cambió la forma en que los consumidores ven la comida: ayudó a valorar la imperfección. Campañas como “Wonky But Wonderful” en el Reino Unido o “The Odd Bunch” en Australia lograron que las pequeñas manchas o formas irregulares dejaran de ser motivo de rechazo.

Sin embargo, los productos afectados por el clima van mucho más allá de lo estético.

  • Las frutas y verduras “imperfectas” solo tienen un aspecto distinto, pero su sabor y calidad siguen siendo los mismos.
  • En cambio, los cultivos que sufren estrés climático pueden cambiar en su composición y sabor.

Durante una sequía, por ejemplo, las manzanas suelen volverse más dulces pero menos firmes. Las cebollas pueden tener un sabor más fuerte, y los chiles resultar más picantes. Son diferencias reales, que se pueden medir en sus características sensoriales, aquellas que percibimos al probar, oler o tocar los alimentos.

Esto tiene implicaciones directas para quienes trabajan en control de calidad. Los sistemas actuales fueron diseñados para evaluar productos cultivados en climas estables, con parámetros claros sobre textura, dulzura o color. Sin embargo, si el clima cambia, ¿no deberían cambiar también esos criterios? Quizás lo “diferente” ya no debería considerarse “defectuoso”.

Si el sector quiere seguir siendo justo y coherente, tendrá que repensar cómo define y evalúa la calidad de los productos frescos. No se trata de reducir los estándares, sino de ajustarlos a una realidad climática más cálida y cambiante.

El papel clave de los consumidores frente al impacto del cambio climático en los productos frescos

Mientras la industria empieza a comprender las causas biológicas detrás de los productos afectados por el clima, muchos consumidores aún no logran distinguirlas. De hecho, muchos evitan estos productos a menos que estén en oferta.

Esto genera dos consecuencias importantes:

  1. Presión económica: los descuentos constantes reducen aún más los márgenes de los productores y desalientan la inversión en una cadena de suministro sostenible.
  2. Percepción errónea: ofrecer rebajas refuerza la idea de que un producto “afectado por el clima” es inferior.

En el fondo, los consumidores todavía asocian la apariencia con la calidad. Las frutas y verduras perfectamente lisas y brillantes se interpretan como frescas, incluso cuando pueden tener menos valor nutricional o defectos internos.

El llamado “sesgo de la fruta perfecta” muestra hasta qué punto las expectativas visuales influyen en la confianza del consumidor. Superar ese sesgo exigirá más transparencia en los datos, educación en el punto de venta y una comunicación más clara por parte de productores y minoristas.

Replantear los estándares de calidad en una cadena de suministro afectada por el clima

Los sistemas tradicionales de inspección se basan en la consistencia: que una fruta o verdura de la misma variedad siempre luzca, se sienta y sepa igual año tras año. Sin embargo, el cambio climático introduce una variabilidad natural que esos sistemas ya no pueden manejar del todo.

Los modelos rígidos de “pasa/no pasa” deberán evolucionar. En este nuevo contexto, una manzana un poco menos firme o una naranja más dulce de lo habitual no deberían ser descartadas automáticamente. Eso podría hacer que alimentos perfectamente aptos y nutritivos queden fuera de la cadena de suministro.

Por eso, el sector necesita un modelo de control de calidad adaptable, capaz de responder a la variabilidad natural sin comprometer la seguridad ni la transparencia.

Las plataformas de control de calidad impulsadas por inteligencia artificial permiten hacerlo al recopilar datos en tiempo real sobre aspectos como el color, el tamaño, la firmeza o la dulzura (°Brix), y compararlos con parámetros dinámicos y ajustables, en lugar de con valores fijos o “ideales”.

Por ejemplo:

  • Un centro de empaque que atraviese una temporada afectada por la sequía, por ejemplo, podría relajar temporalmente los estándares de firmeza, mientras refuerza otros indicadores como la uniformidad del color o el contenido de azúcares.
  • Los minoristas, a su vez, podrían usar esa información para ajustar precios y etiquetas, garantizando la calidad sin necesidad de descartar lotes completos.

Un estudio de The Conversation mostró que también es posible cambiar la percepción del consumidor. Cuando las manzanas afectadas por la sequía se etiquetaron como “resilientes: sobrevivieron la sequía”, las ventas aumentaron considerablemente.

Presentar los productos afectados por el clima como símbolos de adaptación y sostenibilidad, y no como una pérdida de calidad, puede transformar la forma en que los consumidores los valoran.

Los datos: un puente esencial entre calidad y confianza

En este contexto, los datos digitales de control de calidad se vuelven una herramienta clave de comunicación para reducir el desperdicio. Cada punto de información recogido en una inspección puede construir una historia de transparencia y resiliencia.

Por ejemplo:

  • Los minoristas pueden usar paneles de control en tiempo real para mostrar cómo el clima afectó cada lote y comunicar esa historia de forma creíble.
  • Los exportadores pueden recurrir a datos históricos de control de calidad para explicar cómo las condiciones locales influyen en las características sensoriales, ofreciendo contexto y confianza a los compradores internacionales.
  • Los productores pueden usar estos mismos datos para defender el valor de sus cultivos y negociar precios más justos cuando las condiciones climáticas alteran los parámetros de calidad fuera de su control.

Al medir y validar la calidad de esta manera, todos los actores de la cadena pueden entender que “diferente” también puede significar “bueno”.

Caminos prácticos para un futuro flexible

Para productores y empacadores:

Utilice sistemas de control de calidad con inteligencia artificial para medir y comprender los matices de cada cosecha. Las frutas afectadas por el estrés climático pueden presentar diferencias en densidad, niveles de azúcar o apariencia visual. El análisis en tiempo real permite determinar el mejor destino para cada lote. Esto facilita decisiones proactivas: cuáles vender como producto fresco, cuáles destinar al procesamiento y cuáles priorizar para exportación.

Para consumidores minoristas:

Aproveche la información del control de calidad para educar a los consumidores y capacitar al personal de tienda. Cuando los equipos comprenden por qué ciertos productos se ven o saben diferente, pueden comunicar mejor esa historia al comprador. Integrar los datos de control de calidad en campañas dirigidas al público (por ejemplo, etiquetas como “cultivado bajo calor extremo” o “cosecha resiliente”) puede convertir la variabilidad en un argumento de venta.

Para distribuidores y responsables de la cadena de suministro:

Los sistemas de clasificación flexibles ayudan a reducir el desperdicio al abrir canales alternativos para productos imperfectos pero perfectamente comestibles. Cuando los sistemas de control de calidad pueden ajustarse en tiempo real, los lotes pueden redireccionarse antes de ser rechazados, aprovechando al máximo cada cosecha. Esta capacidad de adaptación es la mejor herramienta que tienen hoy los distribuidores para convertir lo que antes era desperdicio en oportunidad.

En conjunto, estas estrategias marcan el camino hacia un nuevo modelo de resiliencia climática, donde la precisión de los datos convive con la flexibilidad y la experiencia humana.

De la “perfección” a la precisión: La flexibilidad es el nuevo estándar

El viejo ideal de calidad (ese en el que cada fruta debía ser “justa, exacta, perfecta”) ya no tiene lugar en un mundo que cambia tan rápido. La perfección pierde sentido cuando el clima deja de ser predecible. En cambio, la precisión, respaldada por datos y sistemas que se adaptan, es lo que permite avanzar.

Adoptar modelos de control de calidad flexibles permite evaluar cada producto por su verdadero valor, y no por compararlo con un ideal que ya no refleja la realidad. El resultado es claro: menos desperdicio, vínculos más sólidos entre productores y proveedores, y una cadena de suministro que premia la resiliencia por encima de la rigidez.

El futuro no está en resistir el cambio, sino en adaptarse mejor y más rápido. Un control de calidad moderno, basado en datos y flexibilidad, brinda a productores, empacadores y minoristas las herramientas para actualizar sus estándares de forma inteligente, cuidando tanto la calidad de los alimentos como la rentabilidad del negocio.

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